en tu templo románico
Siempre ahí, de pie, apoyándote,
soportándote,
yo, sigilosa e inmune
ante el frío del invierno
y el calor del verano
ante las alegrías de la primavera
y las nostalgias del otoño
sin perder la sonrisa que
me tallaste el primer día.
Quisiera ser tu cabecera,
tu bóveda,
tu ventana, tu campanario
Vibrar con tus vibraciones
atisbándote desde arriba
acariciando la brisa de tus fresnos
el olor de tus rosas
reflejándome en la pupila
de tus ojos de misterio indefinido.
María Galera
