sábado, 17 de julio de 2010

Anti-romance


Había una vez una princesa

de tacones y mirada altiva

de facción y sonrisa confesa

de cuello y espalda envanecida.


Y casualmente había un príncipe

de sangre más “rosita” que azul

de los de espada siempre enfundada

de los que solo duermen de tul.


Y ante la necesidad de hermanar

reinos (tesitura embarazosa),

decidieron unir al doncel

con dicha pécora ponzoñosa.


Y llegó el día del casamiento

y entre arroces, pétalos y spray

aseveraban que ella era fría

y confirmaban que él era gay.


Y al cabo de dos meses de encierro

y de muchas elucubraciones

despertaron arpía y crisálida

con el estampido de cañones.


Y causando la angustia a algún noble

y el fortunio de más de un siervo

entendieron que tras la ninfósis

mantendrían sin cambio su acervo.



María Galera