miércoles, 28 de julio de 2010

Teatrillo del despropósito


Mientras observo,
desde mi apartamento enjaulada, esa tumbona de lino,
y me preguntó hasta qué punto será responsable Georgie Dann de que la ciudad quedase vacía,
pienso en correr a ponerme mis chanclas, desempolvar la nevera y engrasar la sombrilla.
Pero cuando despierto en esta piscina seca y miro el viejo reloj de mi mesilla de noche,
1000 toneladas de hielo se abalanzan sobre el chiringuito de mi hogar.

- ¿ Dónde encontrar el abanico y al tío bueno del film de esta tarde?
- ¿ Dónde sucumbir al sombrero y a las posturas de la peli porno de ayer?

Lo interesante es que conozco enfermedad y remedio, y sé, que volveré a ahogar mi sudor en mojitos,
inflar y desinflar los balones de playa del altillo y seguir con mi “top homeless”.

Aunque hoy,
me he propuesto no utilizar nunca más la pajita y comprar pañuelos que no sean de papel,
si es necesario para alcanzar la figura morir ahogada en gazpacho y salmorejo,
así como nunca jamás buscar la brisa desliando papeles de helados de hielo y hielo,
dejar de escuchar el sonido de un grillo ante el horrible quejido de mi ventilador
y nunca más apagar las velas de mi oxidado candelabro con la manguera de agua.

Maduraré y aterrizaré,
bañándome en lagos de tequila para quizá finalmente reconocer que me gusta
usar tirantes y vivir en soledad viajando constantemente al maravilloso mundo
que me ofrece mi nevera.


María Galera